"HEMOS TENIDO EL PRIVILEGIO DE CRECER, DE APRENDER MUY RÁPIDO, DE HACER LAS COSAS MUY BIEN HECHAS Y DEMOSTRAR QUE SÍ PODEMOS A PESAR DE LAS ADVERSIDADES"
Por: Juan Diego Mesa y Mauricio Aragón / Fotografía:Daniel Diusabá. Artículo publicado en Semana.com

La violencia, la droga y la minería han sido pan de cada día en el Bajo Cauca antioqueño desde hace años. La fiebre por el oro ha llevado a que tanto empresas privadas como mineros informales arrasen, poco a poco, con los recursos naturales de la región. La búsqueda de riqueza ha servido incluso para financiar a los actores armados que aún hacen presencia en la zona y que hicieron en 2016 de El Bagre uno de los lugares más peligrosos del país para la fuerza pública y los defensores de derechos humanos.

Sin embargo, en medio de estas dificultades sociales y económicas, cientos de personas, decenas de familias, han encontrado en la miel una forma no solo de conseguir su sustento sino también de remediar de a pocos los estragos de la minería.

Manuel Morales es, en esta región, uno de los pioneros en ver en la apicultura una opción de vida y no duda en asegurar que vivir de la miel es completamente posible. Tras más de cuatro años de haber comenzado a aprender de las abejas que ahora mantiene, y más de 26 años de vivir en la vereda El Naranjal, Manuel preside la asociación que reúne a los apicultores de esa zona.

“Hemos tenido el privilegio de crecer, de aprender muy rápido, de hacer las cosas muy bien hechas y demostrar que sí podemos a pesar de las adversidades”, sostiene Manuel, quien junto a otros cinco apicultores cultiva un campo con decenas de colmenas de abejas africanizadas, ideales para resistir las adversidades del ambiente.

Aunque cada uno es dueño de sus colmenas, los apicultores comparten el arriendo y mantenimiento del campo, ubicado en una zona de difícil acceso y deforestada por las actividades humanas. “La zona donde estamos está muy degradada por la minería y hemos visto que las abejas también pueden subsistir ahí”, explica Manuel.

Tal como muchos de quienes ahora se dedican a la apicultura en esta región, Manuel dedicó sus esfuerzos a trabajos informales como el mototaxismo, la minería e incluso la siembra de cultivos ilícitos. Hoy, además de la apicultura, desarrolla un proyecto de peces ornamentales y dedica tiempo a sus cultivos.

Luz Mariz Solar, una sucreña que desde hace nueve años habita en El Naranjal, se inició en la apicultura como Manuel, gracias a un programa de familias guardabosques liderado por el Gobierno y la ONU. Después de obtener sus primeras colmenas, poco a poco han ido recibiendo más apoyo de entes gubernamentales, iniciativas privadas y proyectos de las asociaciones de la región, hasta lograr que cada familia tenga en su haber más de 30 panales.

“Al principio sí me daba miedo, pero ya lo que me da es alegría de verlas cómo trabajan y todo lo que le enseñan a uno; siente uno mucha emoción”, dice Luz Mariz, quien celebra que además de servirles como sustento y ayudar con el ambiente, la apicultura les da a ella y a sus compañeros la libertad para dedicar su tiempo a otras actividades, ya que las colmenas no exigen más de ocho días de trabajo al mes.

Todos los apicultores de la región persiguen un mismo sueño: que con más apoyo y más colmenas, la miel se convierta en su principal sustento económico. Sin embargo, más allá de los sueños, hacer del Bajo Cauca una región vital para la producción de miel a nivel nacional es el objetivo de Fibrarte, una asociación que desde hace nueve años congrega a los artesanos y apicultores de la región.

Germán Arrieta, representante legal de Fibrarte desde 2015 y apicultor desde hace más de cuatro años, asegura que asociarse les ha dado a quienes viven de la miel la fuerza económica y social que nunca habrían logrado de manera individual.

Además de darles apoyo técnico y acompañamiento a los productores de la región, Fibrarte se encarga de comprarles la miel e incentivar la apicultura.

La producción actual en la región y la cooperación de diferentes organismos permitió además que Fibrarte creara la marca ‘Campo Dulce’ y adquiriera una planta de procesamiento ubicada en El Bagre, a donde llega toda la miel de los productores, se embaza y se distribuye a nivel nacional.

Según Germán, el reto de la Asociación, ahora que también cumple el papel de empresa, es aumentar la producción y así lograr convenios de comercialización como el que han negociado con una de las productoras de alimentos más grandes del país.

Aunque aún restan por superar varias dificultades, tanto los apicultores como Fibrarte esperan superarlos y convertirse en un ejemplo de cambio para la región.

“Hemos vivido en una zona que fue bastante atropellada. Aquí se veían diferentes grupos: tanto las Farc, como el ELN, los paras, las AUC. Pero hasta este momento no hemos tenido dificultad con ellos, ni nos da miedo porque estamos haciendo una actividad lícita, no nos estamos metiendo con nada que afecte a nadie”, sostiene Manuel.

Tanto Manuel como Germán están de acuerdo en que para que la miel siga siendo una alternativa de vida para los habitantes de esta región, los principales retos son obtener más apoyo de las autoridades y recuperar el componente ecológico tan deteriorado por la minería.

Mejoramiento de las vías, subsidios para quienes usen sus tierras para la apicultura y programas de reforestación hacen parte de las solicitudes que desde esta región se le hace al Gobierno Nacional, y que así el Bajo Cauca se siga convirtiendo en una tierra de miel.

 

 

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